domingo, 17 de febrero de 2013

Reflexiones sobre autoconsumo y balance neto


Hace ya algún tiempo que me rondan por la cabeza algunas reflexiones relativas al autoconsumo y balance neto (AC&BN) sin conseguir encontrar tiempo para compartirlas.

En principio, desde su inicio he visto con buenos ojos el despliegue de la estrategia de AC&BN por la capacidad que ha demostrado de contribuir a articular la participación social en la definición del sistema eléctrico, aunque no hay que perder de vista que este no es el interés que está detrás de todos los impulsores del AC&BN.

Sin embargo, debo admitir que tal y como he visto desplegarse la estrategia de AC&BN también me ha generado cierta preocupación sobre la posibilidad de que nos pase eso de que ‘los arboles no nos dejen ver el bosque’, lo cual podría conducir a un retraso adicional en el proceso de transición del sistema energético.

En efecto, creo que es importante no dejarse confundir por apariencias que incentivan el sentimiento de ‘autosuficiencia’, haciéndonos perder de vista la realidad del sistema energético total y de nuestra corresponsabilidad en él y en su sostenibilidad, y más cuando esa ‘autosuficiencia’ tiene realmente un carácter muy parcial, limitándose a un porcentaje relativamente pequeño de la huella energética del edificio, que a su vez constituye una parte relativamente pequeña (y tanto más a medida que se despliega el potencial de eficiencia en los edificios) del total de la huella energética de las personas que ocupan ese edificio. Más aún, estas apariencias pueden inducirnos a pensar que estamos abriendo una dimensión o frente totalmente nuevos, perdiendo la perspectiva de que básicamente seguimos trabajando en la misma dimensión que en la de los últimos años de incentivación de la generación renovable, y que en este contexto es importante mantener la continuidad con el recorrido anterior para asegurarnos de que avanzamos hacia delante en lugar de reinventar la rueda, y para tener una clara conciencia de las nuevas dimensiones que todavía nos quedan por explorar.

Hasta el año 2012, el mecanismo que teníamos en España (FIT: feed in tarif) para impulsar la transición del sistema energético hacia las renovables era el de proporcionar unas primas a la generación renovable, que permitieran a las distintas tecnologías avanzar por su curva de aprendizaje, reconociendo el valor adicional que proporciona esa generación renovable y que no es capturado por el precio asignado en el mercado eléctrico. El FIT  ha mostrado ser eficaz para iniciar el proceso de transición, tanto en España como en otros países donde se ha aplicado, si bien, al igual que cualquier otro mecanismo de apoyo a la transición (como el AC&BN) requiere de una gestión inteligente para que alcance su objetivo haciendo un uso óptimo de los recursos. La gestión que se ha hecho en España del FIT es bastante poco inteligente, tanto por su incapacidad de acompañamiento a la evolución de las distintas tecnologías por su curva de aprendizaje (con lo que ello conlleva de ineficiencia en el uso de los recursos disponibles), como por la incapacidad de producir una potenciación paralela de las distintas tecnologías importantes para configurar un mix energético renovable, así como por el caos legislativo y regulatorio que ha llevado asociado. No es el mecanismo, sino la gestión que se hace del mismo lo que falla.

No nos engañemos, como mecanismo de transición hacia un sistema energético basado en renovables, tanto el FIT como el AC&BN pueden ser equivalentes siempre y cuando estén bien regulados (de hecho el AC&BN puede introducir más limitaciones que el FIT desde la perspectiva del conjunto del sistema energético), y es precisamente aquí donde sigue estando el caballo de batalla.

En efecto, desde un punto de vista físico, y a nivel edificio, no hay gran diferencia entre la situación que teníamos con el FIT y a la que tendríamos con el AC&BN: En condiciones de simultaneidad de producción y consumo, en ambos casos se realiza un autoconsumo de la generación distribuida, con la pequeña diferencia de que la generación se introduzca en la línea de consumo después o antes del armario de conexión a la red y contadores, y en ausencia de simultaneidad de producción y consumo se produce un intercambio con la red de distribución (balance neto o no), tal y como muestra la Figura-1, abasteciendo mayoritariamente la demanda de los edificios en el entorno de la instalación (generación distribuida).

 

Figura-1: Esquemas de generación distribuida ligada a los edificios con el esquema de venta de electricidad a tarifa (FIT) y de autoconsumo con balance neto.


La diferencia fundamental está en que en el caso de FIT la energía que autoconsumimos nos la vende la compañía comercializadora a un precio, que ya en la actualidad puede ser significativamente superior a la remuneración que recibimos por la venta de la generación renovable (FIT), situación que se acentúa más a medida que aumenta el nivel de eficiencia del edificio en el que se encuentre ubicada la  generación distribuida.

Como ejemplo os muestro la situación de la instalación fotovoltaica que tenemos en casa (Figura-2). Se trata de una de las primeras instalaciones acogidas al RD 1578/2008 en el que se redujeron significativamente las tarifas para la fotovoltaica, se introdujo el registro de pre asignación de retribución y se establecieron cupos a la potencia a instalar. La instalación realmente se realizó bajo el contexto del RD 661/2007 (y por tanto con precios de inversión correspondientes a la mayor retribución que asignaba ese RD), pero debido a que un vendaval tumbó el cobertizo solar, fue necesario reconstruirlo y pasó a ser una de las primeras instalaciones bajo el RD 1578/2008. Dado el cambio del contexto regulatorio, me encargué de realizar todas las gestiones administrativas para tomar el pulso a las implicaciones del nuevo contexto, confirmando de primera mano lo que ya se intuía como un despliegue desmesurado de burRocracia (y la segunda ‘R’ resulta indispensable para la adecuada descripción del proceso).

 

Figura-2: Instalación fotovoltaica conectada a la red que tenemos en casa.

 

La instalación fotovoltaica se encuentra situada en una vivienda bioclimática y bioconstruida con un nivel de eficiencia significativamente superior a las exigencias regulatorias. Más información sobre la vivienda puede encontrarse en este sitio .

La vivienda cuenta con un contrato de suministro eléctrico en condiciones de mercado libre (no TUR), si bien es cierto que seguimos siendo consumidores cautivos como consecuencia de nuestra implicación en la lucha contra el caciquismo municipal, pero esto es otra historia…(¿o no?). La Figura-3 recoge la estructura de la tarifa del contrato de suministro eléctrico correspondiente a esta vivienda.

 

Figura-3: Estructura de la tarifa de suministro eléctrico que tenemos en casa.

 

 Hay varios elementos que resulta interesante resaltar de esta Figura-3:

·         La estructura tarifaria actual no incentiva el despliegue de eficiencia energética, de tal forma que cuanto menor el consumo eléctrico, mayor el precio de cada unidad de electricidad, creciendo dicho precio de forma muy acusada al desarrollar el potencial de eficiencia en el sector edificación.

·         Por lo que respecta a la incentivación de la generación distribuida con renovables, para el caso de nuestra casa, con un consumo relativamente bajo, tal y como puede apreciarse en la Figura-3 el precio de cada unidad de electricidad que nos vende la compañía comercializadora (47 c€/kWh) es significativamente superior a la retribución que recibimos por cada unidad de electricidad renovable que inyectamos a la red (33 c€/kWh). Esta diferencia se ha ido acentuando a medida que se fue reduciendo la retribución fotovoltaica: En nuestro caso recibimos la FIT_xavi (33 c€/kWh), que es la que existía cuando entró en vigor el RD 1578/2008, mientras que la última FIT disponible para la fotovoltaica integrada en edificación es la que se muestra en la Figura-3 como FIT_2012 (26 c€/kWh).

·         El peso relativo del término fijo de la tarifa eléctrica crece a medida que se incrementa el nivel de eficiencia. Para el caso de nuestra vivienda, el término fijo de la tarifa representa más del 50% del coste total de cada unidad de energía, peso que se irá incrementando a medida que aumente el nivel de eficiencia.

El término fijo de la tarifa es el que en principio se considera que debería seguir pagando un usuario bajo el contexto de AC&BN, existiendo incluso voces que defienden la necesidad de incrementarlo en base al argumento de que existe un desajuste entre la fracción de costes fijos del sistema eléctrico y los costes fijos reflejados por la tarifa. Los costes fijos del sistema eléctrico son del orden del 50% de los costes totales, y en el caso de edificios con un consumo eléctrico elevado en relación a la potencia instalada es cierto que el término fijo de la tarifa representa un porcentaje inferior (por ejemplo, si en nuestra casa consumiéramos 30 kWh/d, el término fijo de la tarifa representaría un 22% del total), y en este caso parte de los costes fijos del sistema se cubrirían con el término variable de la tarifa. Pero tal y como muestra la Figura-3, esta situación se invierte a medida que se despliega eficiencia en los edificios.

Por lo que respecta a la dimensión económica, tanto la FIT como el AC&BN se apoyan en establecer contextos que permitan viabilizar económicamente esas instalaciones de generación renovable con una gran concentración de los costes en su ciclo de vida situados en la inversión inicial. La FIT busca directamente proporcionar una rentabilidad suficiente a esa inversión mediante la retribución de la electricidad generada y está directamente relacionada con cada una de las tecnologías que se quieren potenciar (la FIT varía de tecnología a tecnología), y el AC&BN también pide ese apoyo económico de forma indirecta mediante la compensación de consumos y de forma más directa mediante el establecimiento de acuerdos de ‘balance neto’ que permitan valorar la generación excedente a un precio superior al del mercado mayorista. Resulta relevante destacar que el AC&BN deja de estar vinculado a las distintas tecnologías, y por tanto pierde la capacidad de incentivar aquellas tecnologías que se consideren relevantes desde la perspectiva de la sostenibilidad del sistema energético total, al mismo tiempo que se apoya en la incentivación diferencial e incompleta que el FIT ha realizado sobre las distintas tecnologías hasta fecha de hoy.

Por tanto, vemos cómo independientemente de que se trate de un mecanismo FIT o de uno AC&BN, el reto fundamental es el mismo, esto es, articular una regulación inteligente que permita desplegar la eficiencia y transición hacia un sistema basado en renovables: Procedimientos administrativos adecuados (eliminar la burRocracia), valores de FIT suficientemente elevados para reconocer el valor de la generación distribuida con renovables al mismo tiempo que haciendo un uso óptimo de los recursos, o mecanismos de balance neto y pago de peajes adecuados.

Otro aspecto que me preocupa son las implicaciones del concepto ‘balance neto’ en relación con la realidad de nuestra huella energética. Para el caso del autoconsumo, el ‘balance neto’ a veces suena como un elemento de negociación para tranquilizar a otros actores del sistema eléctrico mediante el acotamiento implícito de la potencia a instalar, de tal forma que la aportación total del generador distribuido quede por debajo del consumo eléctrico del edificio (más o menos por debajo según las restricciones que se adopten para definir las condiciones de balance neto). Pero va más allí de esto, e incluso la Directiva sobre el desempeño energético de los edificios (2010/31/EU) hace hincapié en los edificios de consumo casi-nulo, que deberían ser el estándar en la UE a partir del 2021 (a pesar de que la propia Directiva no aclare en qué consisten exactamente), y que incorporan el concepto de compensación de consumo con generación renovable asociada al propio edificio. Es decir, que hay una fuerte tendencia a centrarse en el edificio como unidad de compensación energética, lo cual a mi juicio tiene los siguientes inconvenientes:

·         El despliegue de eficiencia en los edificios tiene el potencial de producir una gran reducción de la demanda energética de los mismos (ver cuantificaciones potencial eficiencia del sector edificación en informe Energía 3.0. La realización de este potencial debería ser el objetivo, en lugar de la compensación de su consumo mediante generación renovable distribuida. Por tanto, si partimos de que dicho potencial se despliega, la generación distribuida asociada al concepto de balance neto a nivel edificio puede resultar bastante limitada en relación al conjunto de necesidades del sistema energético.

·         A nivel de interacción eficiente de la demanda de los edificios con el sistema energético, hay opciones de generación renovable distribuida que pueden ser significativamente más eficientes que la integración de generación renovable en el propio edificio.

·         El consumo de energía de los edificios tan solo constituye una parte de la huella energética de las personas que ocupamos estos edificios. A modo de ejemplo, la Figura-4 recoge la monitorización de los principales componentes de la huella energética en nuestra casa, junto a la contribución de la generación fotovoltaica asociada a este edificio. Como puede apreciarse, si bien la generación fotovoltaica es superior al consumo eléctrico de la casa, pero representa una fracción relativamente pequeña del conjunto de la huella energética. La Figura-4 también muestra como mejoraría el balance cuando podamos electrificar la componente del transporte, en cuyo caso la generación fotovoltaica ya conseguiría compensar todas las componentes de nuestra huella energética recogidas en la Figura-4. (más info en este enlace).


 

Figura-4: Evolución de algunos componentes de la huella energética (energía final) de nuestra casa.

 

De hecho, el acotamiento implícito en la capacidad de generación distribuida que plantea la aproximación del balance neto, además de introducir una gran limitación en el alcance de la cobertura de la huella energética, también corta de raíz la posibilidad de que los 'pioneros' en el impulso de la transición cubran con sus instalaciones parte del consumo de sus vecinos (consumo local) que no instalan generadores renovables en sus edificios, frenando por tanto la velocidad de transición.

Además, tanto el FIT como el AC&BN son mecanismos bastante limitados por lo que respecta a asumir el grueso de las responsabilidades del sistema energético: Es decir, son válidos como procesos de inicio, pero no como situación definitiva.

En efecto, el FIT conduce a instalaciones de generación renovable que no asumen responsabilidad alguna sobre los requerimientos de regulación del sistema eléctrico. De hecho, el único mecanismo que permitía asumir parcialmente parte de estas responsabilidades, que era la posibilidad de operar con retribución a precio de mercado + prima (en lugar de una tarifa fija) ha sido eliminado de cuajo por el RD-L 2/2013 de este mismo mes de febrero.

Por su parte, el AC&BN, si bien representa un paso adelante en lo relativo a asumir responsabilidades de acoplamiento con la demanda (potencia que la demanda del edificio en el que se encuentra la instalación se desplace para acoplarse a la capacidad de generación con el fin de maximizar el beneficio económico) dentro de la frontera del edificio, pero sigue sin asumir responsabilidades más allí del propio edificio: Pensemos por un momento qué sucedería en el caso límite de un gran despliegue de autoconsumo monotecnológico (por ejemplo fotovoltaico, en base al buen posicionamiento de costes que los esquemas FIT han permitido alcanzar a esta tecnología), con una gran simultaneidad de la producción de excedentes, y dónde por tanto resultaría difícil encontrar edificios con capacidad de absorber la demanda excedente de los generadores distribuidos, de tal forma que en la práctica se anularía la posibilidad del balance neto.

Es decir, si bien para las etapas iniciales de la transición energética ambos mecanismos (FIT y AC&BN) son adecuados y de hecho resultan bastante equivalentes cuando se regulan con inteligencia, pero ninguno de ellos proporciona el contexto para encauzar y completar dicha transición.

Por tanto, creo que en la medida de lo posible es necesario trascender a los planteamientos del autoconsumo con balance neto, dirigiendo los esfuerzos hacia la estructura del mercado eléctrico y de las tarifas de consumo, que son los que marcan las posibilidades e implicaciones de la relación de la demanda (es decir, nosotros) con las compañías comercializadoras y con el sistema eléctrico, y que constituyen el núcleo dónde activar la participación de la demanda en el sistema y de canalizar la interacción de señales de precio entre el sistema y los usuarios.

De hecho, aunque el contexto actual resalte el autoconsumo vinculado a la autogeneración, y a través de él se pueda contribuir a empezar a articular la sociedad para ejercer su responsabilidad sobre la configuración y operación del sistema eléctrico, deberíamos empezar a dirigir la atención hacia el hecho de que antes del autoconsumo ya teníamos disponible la AUTOdemanda. De hecho, desde siempre la demanda ha sido AUTOdemanda, y es realmente en esta dimensión dónde se encuentra el poder real de la sociedad para influir en la configuración y operación del sistema.

En efecto, si bajo el concepto de autoconsumo podemos aspirar a introducir en unos años del orden de 2 GW de potencia de generación distribuida, como demanda disponemos ya de una potencia superior a los 100 GW (del orden de 45 GW sería la potencia pico actual de la demanda, pero bajo una acción coordinada, la potencia disponible desde la demanda es considerablemente superior) que es el total de la potencia instalada en nuestro sistema eléctrico. Y esta demanda, articulada mediante mecanismos (técnicos, administrativos y económicos) inteligentes puede actuar como centrales virtuales con capacidad de facilitar la integración eficiente de la generación renovable en el sistema eléctrico, ejerciendo una influencia muy superior sobre la definición y operación del sistema de lo que puede proporcionar el autoconsumo, y con un modo de participación que está al alcance de todos y cada uno de los usuarios del sistema eléctrico (lo cual no sucede con la generación distribuida). De hecho, bajo esta perspectiva de articulación de la participación de la demanda se pueden alcanzar formas de ‘autoconsumo’ más avanzadas en las que se trasciende la frontera física del edificio para abarcar la del conjunto del sistema energético, y dónde el consumo en un edificio concreto puede quedar directamente vinculado y responder a las necesidades de una instalación de tecnología renovable situada en un emplazamiento distinto, permitiendo alcanzar niveles de eficiencia técnico-económica muy superiores, tanto por ampliar el abanico de tecnologías renovables involucradas (diversidad), como por acceder a mejores emplazamientos y por permitir la optimización del tamaño de las instalaciones. De hecho, este escenario donde se comparten las instalaciones de generación renovable entre distintos usuarios, así como la responsabilidad por la operación del conjunto del sistema, realmente parece mucho más avanzado en términos de sostenibilidad que el de tener cada uno en su tejado su instalación y de desprenderse de la parte de responsabilidad compartida por la operación del conjunto. En efecto, las aproximaciones colaborativas ofrecen mucho más potencial de transición hacia la sostenibilidad que las aproximaciones individualistas, que por otro lado se encuentran en la esencia de la estructura que nos ha conducido hasta la situación actual.

Ya hace mucho tiempo que podríamos haber empezado a exigir y reclamar la incorporación de la gestión de la demanda, mediante su agregación con mecanismos inteligentes (así como estructuras regulatorias y tarifarias que reconozcan y retribuyan su participación en la operación y definición del sistema), lo cual proporcionaría un potencial de influencia sobre la transición energética muy superior al que nos pueda dar el autoconsumo por sí solo (aunque el autoconsumo constituya una parte más de la articulación de la participación de la demanda).

En definitiva: ojalá que la ola que ha empezado a ganar momento con la idea del autoconsumo en cuanto a su capacidad de articular la involucración de la sociedad en la definición y operación del sistema energético, tenga capacidad de extender su alcance y visión al grueso del potencial de la participación e involucración de la demanda en la operación y definición del sistema, antes de que esta ola vaya a romperse contra el espigón del regateo con aquellos interesados en mantener el status quo del sistema actual y retrasar su transición hacia la sostenibilidad.