domingo, 13 de mayo de 2012

Trayectorias de transición del sistema energético hacia la sostenibilidad: Sus implicaciones y por dónde vamos

Uno de los aspectos relativos a la sostenibilidad del sistema energético que se analizan en el informe Energía 3.0, son las implicaciones asociadas a seguir distintas trayectorias de transición desde la situación actual del sistema energético hasta un sistema energético eficiente, inteligente y abastecido al 100% con energías renovables en el año 2050.

Es decir, considerando que tanto el punto inicial del sistema energético (establecido en el año 2007 para el estudio Energía 3.0) como el final (establecido en el año 2050) fueran los mismos, y por tanto que para el año 2050 hayamos completado la transición de nuestro sistema energético desde un contexto tendencial (BAU) a uno eficiente, inteligente y 100% renovable (E3.0), la trayectoria o el camino por el cual desarrollemos esta transición tiene importantes consecuencias, tanto sobre los sistemas climático y económico, como sobre las propias posibilidades que tenemos de finalizar exitosamente la transición.

Para analizar el impacto asociado a la trayectoria de transición empleada, en el estudio Energía 3.0 se analizan 3 posibles trayectorias de transición: retardada, lineal y responsable.
·         La transición retardada corresponde a una trayectoria de transición en la que las tasas de cambio introducidas durante los primeros años del periodo considerado (2007 – 2050) son muy pequeñas, exigiendo por tanto el despliegue de muy elevadas tasas de cambio en los años finales del periodo considerado a fin de conseguir completar la transición para el año 2050.
·         La transición lineal establece tasas constantes de cambio a lo largo de todo el periodo considerado.
·         La transición responsable, establece elevadas tasas de cambio al inicio del periodo considerado, de tal forma que hacia el final del periodo de transición puede evolucionar con tasas de cambio considerablemente inferiores y decrecientes.




El que las elevadas tasas de cambio para completar la transición se encuentren en los primeros o últimos años del periodo de tiempo considerado tiene importantes repercusiones, pues los sistemas con los que estamos tratando (sistema climático y sistema económico) presentan importantes no linealidades, y la evolución tendencial de la demanda de energía es creciente, por lo que la dificultad de implementar el cambio se incrementa a medida que lo vamos retrasando, así como también se incrementan el impacto asociado al histórico que dejamos atrás y las barreras que nos generamos en la propia trayectoria de transición, con capacidad incluso de hipotecar las posibilidades de completar la transición.

Las siguientes figuras recogen la evolución del consumo de energía final, las emisiones de GEI y los costes monetarios del sistema energético al seguir cada una de las tres trayectorias de transición consideradas (retrasada, lineal, y responsable).









Como podemos observar, tanto en términos de consumo de energía final como de emisiones de GEI y de costes monetarios, la transición retardada genera importantes picos dentro del periodo de tiempo considerado (entorno al año 2030 – 2035). Esto picos, además de contribuir a un calor total más elevado del consumo, emisiones y costes acumulados en el periodo 2030 – 2035 (ver informe Energía 3.0 para comparativa de los valores acumulados), se constituyen como auténticas barreras que hipotecan las posibilidades de completar exitosamente el proceso de transición, pues conducen a los ya debilitados sistema económico y climático hacia una situación límite que puede desencadenar grandes impactos que degeneren en profundos periodos de crisis de estos sistemas y por ende del sistema social. Incluso con la transición lineal nos encontramos con importantes picos interiores en términos de consumo de energía final y de costes monetarios, que nuestro debilitado sistema económico actual difícilmente podría superar, y con un valor acumulado de emisiones en el periodo de transición que impondría una elevada carga sobre el sistema climático.

Pero es más, la propia reconversión y saneamiento de nuestro sistema económico, sumido en un profundo estado de crisis que pide a gritos evolucionar desde una economía basada y dependiente del híper-consumo de productos hacia otra de servicios basada en el compartir y en la potenciación del bien común, necesitaría para su reconversión el impulso que proporcionarían en los próximos años las elevadas tasas de transición de la trayectoria responsable.

Por tanto, podemos concluir la conveniencia y necesidad de encaminarnos hacia una trayectoria de transición responsable desde el contexto tendencial (BAU) al eficiente (E3.0), de lo cual se desprende la gran importancia y relevancia de lo que hagamos en los próximos años. La siguiente figura nos muestra la evolución de distintos indicadores (demanda de energía final, emisiones de GEI, contribución de las energías renovables al sistema eléctrico, y contribución de las energías renovables a la cobertura de la demanda de energía final) asociados a la trayectoria de transición responsable.





Al disponer de esta evolución de los indicadores por la trayectoria de transición responsable, resulta interesante evaluar la evolución real que estamos siguiendo para tomar consciencia de las implicaciones asociadas a la trayectoria que nuestro sistema político y administrativo están estableciendo de forma unilateral, a fin de que estas implicaciones puedan sociabilizarse y de que el sistema social disponga de la realimentación necesaria para poder actuar con responsabilidad.

Con este fin, la siguiente figura recoge la evolución de uno de los indicadores anteriormente mostrados, la contribución de las energías renovables al sistema eléctrico, desde el año 2007 hasta el año 2011, y comparando las trayectorias de las transiciones responsable, lineal y retardada (corrigiendo por los niveles de electrificación alcanzados), e incluso la trayectoria tendencial sin transición alguna (BAU), con la evolución real seguida a lo largo de estos años (datos de REE).





De esta figura podemos extraer distintas conclusiones:

·         Las tasas de cambio alcanzadas en el periodo 2008 – 2010 están bastante cercanas a las de una transición responsable. Por tanto, aunque sin quererlo ni saberlo, la evolución experimentada a lo largo de esos años nos muestra que a pesar de un cierto retraso, habría capacidad de colocarse en una senda de transición responsable.
·         La inversión de la tendencia en el año 2011 tiene diversas causas. Lo primero que es necesario resaltar es que esta inversión se produce incluso con una reducción de la demanda final de energía (96.8% en 2011 respecto a 2010), que debería haber facilitado el incrementar la participación de las renovables. La reducida hidraulicidad del año 2011 (producible hidráulico 82% del promedio histórico), en relación a la elevada hidraulicidad del año 2010 (producible hidráulico 129% del promedio histórico), contribuyen a una reducción de la aportación renovable, que por otro lado no es más de una indicación de la falta de resilencia de la capacidad de generación renovable que requiere el incrementar la potencia instalada, especialmente de aquellas tecnologías con capacidad de estabilizar estas variaciones interanuales. La eolicidad en el 2011 también fue inferior a la del 2010, con una generación del 96.1% a pesar de un ligero incremento de la potencia eólica instalada. La generación solar (fotovoltaica y termosolar) se incrementó significativamente en el año 2011 respecto al año 2010, pero las relativamente bajas potencias instaladas de estas tecnologías (especialmente de la termosolar) no permitieron compensar las reducciones de producción hidroeléctrica. Pero el elemento que marca de forma más radical el cambio de tendencia desde el año 2010 al año 2011 es el incremento en la generación eléctrica con carbón, que prácticamente se dobló en el 2011 respecto a la del año 2010, y que ha traido como consecuencia que también se invierta la tendencia decreciente del factor de emisiones de GSI del sistema eléctrico.
·         La evolución marcada por la tendencia del año 2010 al 2011, así como lo que cabe esperar en los próximos años de la estrategia de boicoteo explícito hacia las energías renovables adoptada por los sistemas político y administrativo (tanto en los últimos años del anterior gobierno del PSOE como del actual gobierno del PP), así como lo que cabe esperar por lo que a capacidad de reacción o de diagnóstico de nuestro sistema administrativo actual, indica claramente que nos vamos a distanciar de forma muy significativa de la trayectoria de transición responsable, tendiendo hacia las condiciones representadas por una transición retardada, o incluso peor, por el seguimiento de una senda tendencial (BAU) sin transición alguna. Dadas a las inercias asociadas a los ciclos políticos de nuestro actual sistema ‘democrático’, el retraso que tanto la administración pasada como la presente están asentando, fácilmente va a conducirnos a una pérdida de los próximos 8 – 10 años, que son precisamente aquellos en los que el seguimiento de una senda de transición responsable requiere el despliegue de las mayores tasas de cambio.

Con estos datos en la mano, y con conocimiento de las implicaciones y consecuencias en relación a la senda de evolución del sistema energético que implícitamente están estableciendo nuestros sistemas administrativo y político (evidentemente sin informar de las consecuencias de estas decisiones a la población), le corresponde al sistema social tomar cartas en el asunto de forma responsable, marcando el rumbo de evolución que conscientemente quiera seguir, sin dejar que unos sistemas administrativo o político irresponsables le quieran imponer, pues al fin y al cabo, estos sistemas administrativo y político no van a asumir las implicaciones de la senda que están estableciendo, y le tocará al sistema social apechugar con todas sus consecuencias.

¿Ha decidido el sistema social seguir una senda que le aboque a periodos de crisis todavía mucho más profundos de los que estamos experimentando en la actualidad, o son estas decisiones tan solo una consecuencia de unas competencias indebidamente apropiadas por los sistemas administrativo y político? La respuesta sólo la podemos dar cada uno de nosotros.

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