sábado, 12 de mayo de 2012

La maduración del sistema económico

El sistema económico se encuentra en el núcleo de nuestra estructuración como sociedad, y sin duda es en gran medida responsable de los procesos de crisis que se están desencadenando (ambiental, social, humana, financiera,…).

La errónea elección de los indicadores en torno a los cuales edificar todo el sistema económico es, tal y como comentábamos en el anterior post dedicado al PIB,  una de las causas de los impactos negativos del sistema económico sobre nuestra sociedad, pero es necesaria una reconversión estructural del sistema económico, más allí de los indicadores que empleemos para evaluarlo, y más allí de las formas y apariencias, a fin de conseguir alinear el sistema económico para que desempeñe su función original de contribuir al bien común en lugar de constituirse como una barrera para alcanzar este objetivo.

Pero la realidad hasta la fecha es que la estructura del sistema económico se nos ha presentado como inamovible, a modo de un ente esclavizante al que no sólo debemos someternos sino que además debemos cuidar pagando cualquier precio para mantener su salud (aunque sea a pesar de la nuestra).

Los economistas, como colectivo, han adquirido una importante deuda y responsabilidad social histórica por no haber sido capaces de cuestionar y promover alternativas al dogma establecido del sistema económico imperante, impidiendo que los impactos del sistema económico actual se hayan extendido hasta los límites que han alcanzado. Todavía recuerdo mi incredulidad e indignación en las clases de macroeconomía en la universidad, al constatar la aparente inconsciencia y devoción dogmática con la que, en base a unas hipótesis incompletas e inconsistentes con la realidad del conjunto de la sociedad y el Planeta, el profesorado llegaba a las inamovibles conclusiones que perpetuaban la estructura y consecuencias del sistema económico establecido de forma incuestionable. Más recientemente, también he experimentado la decepción experimentada al asistir a charlas de supuestos economistas alternativos y salir con impresión que realmente no tenían elaborada alternativa sólida alguna, y que su discurso se limitaba a airear tópicos y banderas ya bien argumentadas por otros colectivos (como el ecologista), pero sin proporcionar el soporte económico que permitiera establecer unas bases sólidas sobre las que empezar a edificar un sistema económico alternativo al servicio del conjunto de la sociedad.

Quizás hay bastante de cierto en esa frase que escuchamos con cierta frecuencia de que ‘la economía es algo demasiado importante para dejarla en manos de los economistas’, o por lo menos, lo que parece bastante claro es que se requiere una participación importante de la sociedad para arraigar las bases del sistema económico y encauzar su evolución de tal manera que sirva a la sociedad en lugar de establecerse como una barrera insalvable para la evolución favorable del sistema social.

Afortunadamente en los últimos años, y probablemente en gran medida espoleados por los procesos de crisis profunda que estamos atravesando, empieza a aflorar el trabajo de algunos economistas y socio-economistas responsables que indican el inicio del sendero de maduración del sistema económico.

Por un lado, tal y como apuntábamos en el post anterior, encontramos las contribuciones de los premiso Nobel de economía  Joseph Stiglitz y Amartya Sen, así como de Jean-Paul Fitoussi, para destapar el fetichismo entorno al PIB y apuntar a la imperiosa necesidad de establecer nuevos indicadores que reflejen la evolución y maduración real del sistema económico.

Por otro lado, empezamos a asistir a la elaboración de teorías y articulación de implementaciones prácticas de sistemas económicos alternativos, como el estructurado en torno al concepto de la ‘economía del bien común’ (video con exposición de Christian Felber, web con referencia al libro de próxima publicación en español). Esta teoría empieza por proponer a nivel macro un nuevo indicador alternativo al PIB (aunque probablemente le falte elaboración), y a nivel micro propone una matriz de desempeño para medir la contribución a la economía real de las empresas, y la articulación de una serie de mecanismos y reglas de juego para que las fuerzas del mercado se alineen con el interés de la economía del bien común en lugar de estar alineadas con la generación de beneficios de unos pocos a costa del impacto sobre los otros y de esquilmar los recursos disponibles del conjunto. A nivel individuo, sin embargo, probablemente cae en el mismo error que supone a nivel macro fijarse tan solo en el PIB, y se centra en aspectos de retribución monetaria sin adoptar una perspectiva global más holística que persiga evaluar globalmente la huella socio-económica del individuo.

Y desde otro frente, más próximo a la socio-economía, impulsados por las capacidades que brinda la web 2.0 y las redes sociales para articular formas de interacción más inteligentes, favorecidos por la crisis y desengaño hacia el modelo económico establecido del híper-consumo (y a los sistemas político, económico y financiero que lo han soportado), y alimentados por el deseo latente (significativamente reprimido en la era del híper-consumo) de participación de los individuos y articulación de la comunidad, estamos asistiendo al despegar y articulación de enfoques de consumo colaborativo con una gran capacidad de mejorar la accesibilidad a los servicios realmente demandados (en contraste a la acumulación de productos consumidos), al mismo tiempo que dejan aflorar un potencial de beneficio compartido capaz de articular modelos de negocio que, estando alineados con los requerimientos de sostenibilidad, proporcionen potencial de beneficio a las empresas y la sociedad simultáneamente. Dos referencias relevantes en este sentido son 'The Mesh. Why The Future of Business is Sharing',2010, de Lisa Gansky (http://meshing.it/), y 'What's Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption', 2011, de Rachel Botsman y Roo Rogers (http://collaborativeconsumption.com/).

Yo estoy viviendo con optimismo el despliegue de estas nuevas sendas, y también los procesos de articulación social que en paralelo les están acompañando, aunque en este caso tengo que reconocer que también con cierta preocupación de que no nos pase aquello de que ‘los árboles no nos dejen ver el bosque’, y es que mi percepción es que justo en este instante de tiempo no estamos en condiciones de poder permitirnos los retrasos asociados a falsos espejismos en el camino, a pesar de que puedan constituir una senda de maduración social.

En efecto, en este momento creo que no se trata tan solo de dar 'pinceladas', sino de cambiar fundamentos, y si bien es cierto que con muchas pinceladas coherentes se acaba elaborando el cuadro deseado, también lo es que tenemos cierta facilidad para que algunas pinceladas nos hagan olvidar o perder de vista el cuadro global: Elementos de consumo colaborativo como inventarnos una moneda local complementaria, o integrarnos en un sistema de trueque o banco de tiempo, son medidas que pueden ser estupendas en sí mismas y como elementos de articulación de mecanismos de cambio y de maduración de la sociedad, y que a menudo son las únicas sobre las que podemos ejercer una influencia directa y personal para empezar a articular el proceso de cambio, pero a estas alturas debemos evitar tomárnoslas como bálsamos de nuestra conciencia, no vaya a ser que con el resto de nuestra actividad económica con impacto real en el planeta (trabajo, créditos, manejo de bienes,...) empujemos en dirección contraria, y perdamos de vista que lo que hay que cambiar son las bases del sistema que determina el grueso de nuestro impacto económico.

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